LANGOSTA AFRICANA


 




  
  La cigarra Por Lorenzo Soriano
De los primeros o mas antiguos recuerdos que tengo de mi niñez primera, la plaga de la langosta es el que más impacto me debió causar, ya que aunque recuerdo otras escenas, personas y personajes, situaciones y emociones, la de la Langosta la tengo grabada con apenas 4 años, como unas escenas verdaderamente moldeadoras de carácter. Más tarde pasados los años volví a ver la plaga en dos ocasiones más, pero como la primera, ninguna me sacudió de esa manera y por otra parte, ya tenía mi experiencia.
Al principio aparecen unas pocas, que encerrábamos en botes de cristal. El cielo era premonitorio, calor, viento ardiente y niebla de polvo en suspensión, una calima roja las anuncia. Ahora la tecnología prevé la plaga, las localiza agrupándose en las playas saharianas, haciéndose una bola enorme de comuneras, enredándose con las patas de sierra y creciendo hasta que el viento las rueda hacia el mar y la corriente y el viento las dirige hasta que arriban, las que arriban, ya que los barcos de la armada las vuelan por los aires antes de que lleguen a tierra habitada. Pero en aquella época, llegaban. Supongo que millones se perdían en el mar, y las de las capas exteriores morían irremediablemente, pero era la única manera de viajar a donde hubiese comida.
Una vez llegadas a las playas, embarrancaban en la arena, se secaban y a volar buscando cualquier atisbo de verde. Cuando ya nublaban el cielo y lo hacían prácticamente parecer de noche, era una fuerza de la naturaleza incontenible que arrasaba, asolaba y pelaban todo lo que encontraban a su paso. Nosotros, los niños sobre todo, nos pasábamos el día desde que el sol salía, dando golpes con un palo a una lata para intentar con el ruido hacerlas desistir de su expolio. Tarea más inútil no ha habido en la vida, pero tratábamos de ayudar impotentes y no nos dejaban hacer fuego, eso era lo que los mayores hacían.
Si creen que voy a hacer una extrapolación, o una comparación, están en lo cierto, y seguro que muchos de ustedes entenderán, lo habrán hecho ya sin duda, a lo que me refiero. Es fácil de asimilar.
La clase política, “la casta”, la clase empresarial asociada a ellos, la clase funcionarial adscrita al poder, los cargos “chollos”, creados “ad hoc” para sostener los hilos que llevan a seguir en el poder, las “instituciones paraoficiales”, la mayoría de los que “nadan en la abundancia del presupuesto” mientras el país “chapotea en sus miserias de subvenciones y prestaciones”, como aquellos niños como yo era, que inútilmente golpeábamos los cacharros para ahuyentarlos, acabaran con todos y con todo lo consumible antes de ceder y adoptar medidas que traigan prosperidad. Al fin y al cabo, es mucho pedirles. Salvar al país y volver al posible camino de la recuperación pasa por su “exterminio”, a la integración, disolución o desaparición de una inmensa mayoría en los mercados de trabajo, esto es, ponerse a trabajar en algo productivo.
Y no lo harán. Mantendrán dializada a la población para succionarles hasta la última gota de energía vital, mantendrán una crisis endémica, Argentinizará, Venezuelizarán y crearan el “malestar estructural”, mientras tratan de que todo siga igual para “ellos” y a los demás que les vayan dando. Soluciones drásticas, importantes, inteligentes, necesarias, urgen ser tomadas. Impopulares todas, posiblemente, pero hay que limpiar cuerpos y mentes y pensar con altura.
A reflexionar.


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