Falta de sensibilidad Turistica


                                                               HABLEMOS DE TURISMO. Sensibilidad          (o falta de)          L. Soriano   

Cuando en las jornadas de Turismo  proponíamos  que se tratara a este  como industria de carácter preferente, y eximirla de todos y cada uno de los impuestos que lo gravan, jamás nos hubiésemos imaginado que la “harca” política se atreviera a llegar tan lejos en la falta de sensibilidad con la actividad madre, única que funciona en este desgraciado país, y la única de la que aun viven,  resistiendo las agresiones de los gobernantes, varios millones de personas.                       No contentos con las desproporcionadas Tasas aéreas, con los impuestos al “valor añadido” turístico, con los convenios, los recargos, cuotas y las cargas que recaen sobre los agentes relacionados con explotaciones o negocios turísticos, todos, están dispuestos a implantar tasas nuevas por pernoctación copiando todo lo malo de otros países si tener en cuenta que esos otros no tienen los demás que padecemos. Así pues, somos el país con el costo laboral y general turístico más elevado del mundo en términos absolutos, ya que en términos relativos o en proporción a lo que se puede cobrar por los servicios prestados que sea asequible a nuestros visitantes, es desorbitadamente galáctico. Así pues, las empresas turísticas que no puedan ser familiares, que vivirían con sobreexplotación laboral propia, los hoteles y los apartamentos turísticos, están abocados a malvivir y a no renovar planta ni instalaciones porque son incapaces de generar beneficios ni reservas después de impuestos, costos, gastos, tasas y cargas.                                                                                     En todo el mundo, el objetivo turístico, pero sobre todo en nuestros competidores más firmes, exime al turismo, y por ende a los inversores o establecidos en torno a él, de la mayoría o la totalidad de los impuestos, por muchos años. Las inversiones entonces fluyen y se contrata mas allá de las estrictas necesidades laborales, haciendo atractivo al Inversor el mantenimiento y la ampliación o mejora permanente de las instalaciones.         Si los gobiernos se quedan con la parte del león de los beneficios, anulando la capacidad de generar recursos, la planta alojativa  envejece, cae en número y calidad, las renovaciones se retrasan o se economizan y los aledaños del turismo, los colaterales, desaparecen  y al final sufre el empleo estable  y la contratación nueva. Así pues esta falta de sensibilidad de la ”harca” capaz de destruir la actividad para mantener sus privilegios, hace que suframos un empobrecimiento del destino y a su vez un agotamiento del mismo con respecto a otros más dinámicos y adecuados a las más modernas instalaciones.

Volvemos al principio, las cadenas hoteleras apuestan por otros receptores,  desvían a ellos al turismo de cierta calidad, dejándonos el turismo de “mochila” que solo hace que degradar el entorno e infraestructuras, ya que lo que gasta no compensa en absoluto lo que después de su paso tenemos que reponer a nuestra costa. Si se eximiera de todos y cada uno de los impuestos que gravan y pretenden gravar al turismo, se estima que al menos 2 millones de personas podrían ser absorbidas por la Industria sin Chimeneas en poco tiempo, donde el cliente esta “ad portas” y no hay que exportar ni enviar riqueza para obtener las divisas.

A reflexionar.

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