MONIPODIO. L.
Soriano
Revelador y
consecuente al Patio de Monipodio, (Rinconete y
Cortadillo-Cervantes), estamos asistiendo a un espectáculo grotesco de mercado
de favores al respecto de la “ley de abdicación”. Lo más curioso es que la han
aprovechado todos, cada uno de ellos, venden su apoyo, compran sus “mercancías”
exoneradoras, ungüentos, balsamos, crecetodo, vaselina, Netol, y hasta
“PolCrem”.
Qué nivel de
degeneración mas horroroso anega nuestra política, que daño y que vergüenza
produce ver como estamos todos pendientes de ver que paso con el Capeto Mayor,
que a que se debió ese arrebato, que que
hará, si será aforado o inmune, o si será violable durante un rato. Que si se
divorciara ahora, que si se irá a Mónaco, que si tendremos que ampliar
asignación, que si el Mamotreto de Caza. Los príncipes, el, ingenuo y soñador,
- no tiene idea donde se mete- y ella, más fría y calculadora, pero con las
opciones pensadas, las decisiones tomadas, y las puertas abiertas, están
nerviosos por la que les dejo el antecesor. Y nosotros todos aquí especulando y
dejando al ex Rey en bastante mal lugar, ya que, yo consideraría una ofensa el
que, si me pitaban ayer, hoy que digo que me voy, me aplaudan a rabiar y me
vitorean como al “enemigo que huye”.
Pero yo quisiera
recalcar lo que ocurre en la negociación en el “patio”. Los “negocios” que
ocurren a la sombra de la Renuncia, que se han puesto en marcha deprisa, sin
demora, aprovechando el tren que corre y pasa, que no se nos lleve la corriente
por camarón dormido. Gurtel, Noos, Maleni, EREs de Alaya, Elpidios, IU y sus
atracos, Podemos, Mas, Pujol, Duran y diez mil que no sabemos, todos han
saltado como garrapatas esperando su oportunidad. Y, con toda seguridad, van a aligerar sus problemas en esta frenética
ruleta, con piñata incluida para quien tenga más cromitos que cambiar. Yo
callo, yo voto, yo retraso, yo no he visto, yo no veo, yo no sé, yo no impido.
Sinceramente si
el Manco de Lepanto hubiese asistido a este grotesco espectáculo, quizás no lo
hubiese retratado literariamente porque resultaría increíble relatarlo y al
lector aceptarlo. Eso sí, en algunos casos conspicuos, se nos pide paciencia
para que terminen el mercadeo.
Espantoso.
A reflexionar.
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