SENSIBILIDAD
TURÍSTICA Lorenzo Soriano
Inmigración
ME TIENE
SORPRENDIDO, aunque no debiera, la cantidad de opiniones ante un fenómeno
de tanto alcance para nuestras Islas y nuestro principal medio de vida.
Claro que es un asunto delicado, ya que estamos ante un problema que afecta
a seres humanos y, por ello, y por el uso de ello como arma política, que se
hace de la terrible tragedia de unos desheredados. Es una demagogia, a veces
hasta "carroñera". Sí, a las cosas por su nombre. Desde las
actuaciones de aquel ínclito gobernador de Las Palmas, antiguo fiscal
general, hasta las declaraciones invectivas, electoreras y tonantes de
algún politicastro, que, curiosamente, vienen siempre desde los rincones
más oscuros de la tenebrosidad política, y que siempre pretenden
igualarnos, pero para bajarnos. Pero menos ellos, claro.
Se hace casi todo
lo relacionado con este tremendo problema, con la mirada fija puesta en el
termómetro electoral. Es una tragedia que supera el drama por haber
muertos, y es absolutamente indeseable que con ella se juegue.
Los marqueses y
sus súbditos en la Edad Media, que cuidaban los límites y fronteras de los
territorios feudales, recibían siempre la primera embestida, ya fuese de
agresiones, de venganzas o simplemente de desplazamientos o migraciones de
gente con necesidades tan enormes que les empujaban a abandonar todo y
buscar donde establecerse aun a costa de su muerte en el desplazamiento y
sin nada que les garantizase que donde iban estarían bien. Al menos peor,
no iban estar. Ahora aquellos somos nosotros, Europa ya no termina en los
Pirineos.
Nos han convertido
en esta frontera sur, por mor de unos acuerdos de adhesión comunitaria
donde no se preveía nada de esto. Y no sólo por los peninsulares, sino por
entonces nuestros representantes, más ocupados de ver en qué posición
quedaban en el asunto de defender sus intereses, los más.
Qué cuota parte
territorial de Europa poseemos y cómo se efectúa el reparto de inmigrantes
entre esa cuota, sería una solución-no solución. Nuestro cupo estaría ya
más que superado y ahora le tocaría a otra provincia, región, comunidad o
nación recoger a su cupo. Que nos financien la actividad fronteriza, que
envíen 1.000 meuros/año para instalaciones, embarcaciones, centros de
acogida, para nuestra particular Isla de Ellis, y que en 10 ó 15 días se
repatríen o se reenvíen en un reparto preestablecido a esa Europa tan
solidaria, pero como nuestros demagogos de aguas revueltas, siempre a
costillas de otros.
¿Podrán nuestras
costas y ciudades turísticas soportar esto que no tenemos más remedio que
calificar de impacto contra nuestro recurso más importante?
¿Podrá la
seguridad garantizarnos la vigilancia y protección, e incluso la vida, de
los ciudadanos permanentes y temporales? ¿Están haciendo lo necesario?
¿Podrá subsistir
desarrollo turístico, calidad de vida y paisaje, limpieza y orden con esta
avalancha soportada sólo por nosotros?
¿Podrá nuestra
sanidad, aún con muchas colas y listas de espera, garantizarnos que, al
menos en lo que respecta a epidemias, pandemias y grandes y peligrosas
enfermedades, algunas ya erradicadas, no volverán a aflorar en nuestras
comunidades?
¿Podrán nuestros
competidores turísticos, y nuestros detractores, usar este argumento contra
nosotros sin la debida réplica por nuestra parte desde el control, la
eficacia y la demostración de nuestra efectividad, realismo y firmes
actuaciones en defensa de nuestros intereses y de nuestra justicia social
ganada con nuestro esfuerzo?
Me temo que nos
ha cogido un toro. Demostremos sensibilidad humana, pero compartamos, si es
que tenemos más, las responsabilidades que conlleva. Y no nos olvidemos
de que vivimos, y de aportar la sensibilidad turística necesaria para
manejar este asunto y salir de él reforzados como destino.
A reflexionar
sorlo@step.es
Publicado en el Dia de Tenerife el viernes 22 de agosto de 2002
Aun de actualidad
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