Soriano Barroeta by Elias Rodriguez

Rodrigo Soriano Barroeta-Aldamar: Abogado, publicista, periodista, editor de prensa, político, Diputado, diplomático, Embajador en Chile (1933-1939).
Elías Rodríguez Rodríguez
Elías Rodríguez

Nació en la residencia familiar “Villa-Aldamar” en 1968 (San Sebastián- Guipúzcoa) y murió en 1944 (Santiago de Chile-Chile). La casa donde nació estaba situada en la zona residencial de (Miramar), frente a la playa de la Concha. Limitaba físicamente con el Palacio de Miramar, donde iba a veranear, la reina María Cristina de Habsburgo y Lorena y su hijo Alfonso XIII, mujer de Alfonso XII. Más tarde, también lo harían Alfonso XIII y familia. Esta iniciativa de veranear la Casa Real en San Sebastián había arrancado desde la época de Isabel II.
Rodrigo Soriano fue el tercero de los cinco hijos del matrimonio formado por Benito Soriano Murillo y Alsina y Manuela Barroeta-Aldamar González de Echávarri Hurtado de Mendoza. Era por parte paterna hijo de un reconocido pintor que además dedicarse a dicho arte fue director del Museo del Prado y Director General de Bellas Artes en tiempos de Isabel II y de la regencia de María Cristina. Su madre era de la rancia aristocracia vasca, habiendo sido dama de compañía de Isabel II y de de la reina María Cristina. Rodrigo Soriano pronto renunció a todos los títulos y privilegios aristocráticos y, a raíz de los desastres del 98, con la pérdida de las colonias, cambia su actividad de cronista de arte y de liberal moderado por periodista político y por abrazar ideas republicanas federalistas, llegando a ser parlamentario ininterrumpidamente desde 1903 a 1923 y de 1931 a 1933, dentro de la tendencia federalista más extrema.
Su postura política, al igual que toda la izquierda republicana, tenía como base la lucha permanente frente a la “casta” militar, la “casta” eclesiástica y la dinastía monárquica. Su acción de combate y ataque en el parlamento, prensa (creó cuatro periódicos) y discursos a los diferentes gobiernos de la monarquía, al rey y a la Dictadura de Primo de Rivera le trajo gravísimos problemas. Teniéndose que batir en duelo en más de 17 desafíos. Unos a pistola y otros a espada, con peligro de perder su vida. Son de destacar, entre otros, los sostenidos con Blasco Ibáñez, General Linares, Sánchez Guerra (que le costó a éste dimitir como Presidente del Gobierno), y sobre todo, el que sostuvo a espada francesa con Primo de Rivera, quién luego en 1924 lo desterró a Fuerteventura conjuntamente con Unamuno. El discurso que el 20 de febrero de 1924 lanzó Soriano en el Ateneo de Madrid en el que acusaba al rey Alfonso XIII de ser cómplice del “Desastre de Annual” en Marruecos, que costó la vida a 12 militares (entre soldados y cuadros de mando), tratándolo de “desventurado idiota coronado, pérfido y traidor”, las acusaciones con que trató a Primero de Rivera por haber impuesto la Dictadura y cargarse la constitución, el asunto de la “Caoba” (prostituta amiga de Primo de Rivera), que lo trajo también a colación ese día en el discurso, así como el desafío que de nuevo le planteó a Primo de Rivera para cuando dejara de gobernar. Anunciándole que esta vez no le perdonaría la vida. Todo ello, trajo, que en menos de 24 horas decretasen su destierro a Fuerteventura junto con Unamuno.
Soriano describía a Fuerteventura como una “isla negruzca, fatídica…”. A su capital, Puerto de Cabras, como un “pueblucho moruno, desvencijado y sucio pueblo marroquí, de humildes y sórdidos casuchos que habitan 500 vecinos, en su mayoría militares”. Donde existían duras condiciones de habitabilidad “cada diez días llegaba un vapor de Las Palmas que trae ¡agua!. El agua bendita que se disputa como el champaña y se recoge en latas, cacharros, botijos, con ansias de sediento en el desierto” y en donde “la vida era difícil, la carne mala y de conserva…”. Por otra parte Soriano afirmaba que había recibido “atenciones mil de aquella buena gente “majorera”, la más cordial, educada y respetuosa que conocí en mi vida”. En la descripción que hace de su salida de la Isla por el Castillo, repetidas veces la trata de fuerteventurada isla.
Rodrigo Soriano se distraía en Fuerteventura, leyendo, comentando prensa en la tertulia de Castañeyra, jugando al dominó y poniéndole telegramas a Primero de Rivera diciéndole “el lugar de la isla donde pensaba enviarle cuando llegara la República, aún cuando fuera su mejor castigo encerrarlo en una biblioteca”.
Con relación a Unamuno nos dice lo siguiente: “Otras veces distraíame un apergaminado e insoportable sabio…insufrible hombre que se creía eje del mundo y a quien Dios todas las mañanas debía pedir permiso para sus diarios quehaceres…variable en sus opiniones…o era anárquico, o era frailuno, demagogo o burgués…”
Soriano una vez salió de Fuerteventura viaja por toda Europa, Rusia y Suramérica. Cuando regresa a España en 1931 sale diputado por Málaga, y envía un telegrama a Diario Las Palmas en el que dice: “…Canarias tiene en mí un diputado; vuestros problemas los hago míos y los defenderé sin esperar otra recompensa que la reservada a los defensores libres de las buenas causas. Por Canarias llegaré hasta el sacrificio, rogándole lo haga público para conocimiento de todos los canarios sin distinción de matices. Salúdale. Rodrigo Soriano”. Es francamente halagador el sincero y desinteresado ofrecimiento que persona de los valimientos de Soriano hace a Canarias.
Soriano escribió más de veinte libros, del “Darío de Regoyos”, Unamuno escribe un extenso artículo en el “Liberal” de Madrid en el que dice que es un libro al que hay que releer, volver a él. Azorín escribe que Soriano desde su primer libro entra ya de lleno en el mundo literario como figura a tener en cuenta. Fue amigo de Emilio Zola, Daudet, Goncuort, Galdós, Blasco Ibáñez, Bazán, etc. y de pintores como Renoir, Manet, Pisarro, Regoyo, Sorolla. etc., pues él era también excelente artista, conocía la técnica del dibujo y la pintura. Su vida diplomática la realizó en Chile como embajador durante la Segunda República, donde entabló una gran amistad con Pablo Neruda, juntos realizaron la gran proeza del Winnipeg, barco que transportó 2.500 refugiados españoles de Francia a Chile en 1939.
Rodrigo Soriano ha sido otro de los olvidados por la historiografía canaria. Hombre que luchó como nadie fuera y dentro del Parlamento contra la corrupción, las “castas”, los privilegios, y a favor y junto a los más débiles, abogando por la libertad, la justicia social y la descentralización. Quería una España nueva, renovada. Dotado de grandes dotes de orador e ingenio sus palabras eran puñales e ironías que producían desconcierto en el enemigo político. Era la “bestia negra” de Maura y La Cierva.

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