Après nous, le
déluge.
L Soriano
La Pompadour
consolaba al Rey, su amante, con estas palabras, que demostraban una vez más la
perversidad de los gobernantes. Supongo que estará demás traducirles las
iniquidades de la Marquesa-Amante de Luis XV, y de simpático apellido, según se
mire. En castizo el populario carpetovetónico tiene varios sinónimos. “El que
venga detrás que arree” y alguno más que hoy podría resultar incorrecto. Básicamente
es así. Después de nosotros…..el diluvio. Nosotros a lo nuestro y que después de
nosotros, que se hunda el mundo como en la película de San Francisco y su
terremoto. El semidestronado Montoro,
tan calladito el, desde hace unos días, después del tirón de orejas al estilo Marianista,
se tomo tan a pecho el agradecimiento perruno por haberlo nombrado, que su
exceso de celo nos tiene secos. Y encima el recauda menos, y el paro
le sube y las deudas nos abruman. Digan lo que digan, esto es lo cierto y
verdad. No quieren ni oír hablar de disminuir el gasto de las salvajes
administraciones, y solo piensan en aumentar recaudación subiendo tasas, e
impuestos, que a su vez cierran empresas y aumenta el paro. Nos engañan como a
boquerones de enjambre con fraude, sumergimiento y tramos restantes de subidas,
a ver hasta donde se aguanta esto. Hasta el Corte Ingles, pide árnica y todos,
hasta los más sólidos, empiezan a notar fisuras. Nos manipulan con la contratación
mallorquina y de costa en Mayo, que como nunca había estado tan flaca de
trabajadores, necesitan más durante los tres meses de la “cosecha” turística. Deberían
esperar a contar los que se despidan en Septiembre, demostrando prudencia y
respeto por los desesperados a los que intentan confundir. Sin embargo, lo peor
de lo peor es lo que ocurre con los sindicatos opacos de este país. No solo por
sus actuaciones bastardas en Andalucía al amparo de Psoe e IU, con actuaciones
grotescamente vergonzosas. Chuscamente degeneradas perpetradas por la peor bajeza moral que pueda darse al
parapetarse detrás de “los obreros”, de los trabajadores, de los pobres. No, lo
peor tampoco es la negación a declarar lo que ganan y de donde lo ganan,
ni que hacen con las milmillonarias
subvenciones. Lo peor es el chantaje perpetuo que hacen a las empresas donde
tienen el poder de controlarlas en una época donde cada céntimo de la cuenta de
explotación es imprescindible, por la alta presión fiscal y por la obligación de
mantener los derechos de los trabajadores. Las empresas se desalientan
cuando les imponen trabajadores, cuando les imponen convenios inaceptables,
cuando les imponen la ley del liberado. Las empresas cierran, se deslocalizan o ni
siquiera estiman venir o quedarse en España. De
este gobierno no esperamos nada. Ni la Ley electoral nueva, ni la Ley laboral
que no desproteja a los que quieren ser contratados, sin la reforma de la administración,
profunda, que necesita este país, sin la vuelta a la meritocracia y sin el
desmantelamiento de los chupópteros apesebrados que son una legión imposible de mantener. Ellos apuraran las
copas del néctar hasta las últimas gotas, nos mantendrán con la ilusión y las
mentiras que las producen, nos animaran a que sigamos dejándonos la piel, cada
vez más, por cada vez menos. Deberíamos dejar caer el país entero, que se haga
ciscos y renovarlo absolutamente todo posteriormente poco a poco. Si
conseguimos con sangre y lagrimas que esto se estabilice, mantendremos la
estructura actual, el virus permanecerá intacto y seguirá creciendo. Si a base
de penurias conseguimos sobrevivir al
peso que nos carguen, se quedaran para siempre y nos envolverán en sus telas de
araña capsuladas para vivir de nosotros más tiempo y alimentar a más de la
casta. Deberíamos provocar el diluvio para que les arrastre también a ellos y
no cuando ya no estén. Que venga el diluvio aunque tengamos que bailar todos la
danza de la lluvia hasta caer extenuados. A reflexionar.
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