Violeta
Yangüela
En
Egipto celebran el golpe. En la comunidad internacional la palabra golpe no se
menciona. Solo se expresa el deseo de que Egipto regrese a la legitimidad. En el contorno islámico solo Turquía y Catar lo condenan. Algunos ponen
sus “barbas en remojo”.
La
Liga Árabe felicita a Egipto por conseguir “un logro histórico”, Al Malik de
Irak “su apoyo al pueblo egipcio que recupera su papel a nivel regional e internacional”,
la Unión Europea reclama la celebración de elecciones “libres y justas y el
restablecimiento del poder civil en el plazo más breve posible”, Barack Obama
pide a los militares que “devuelvan el poder a un gobierno civil elegido
democráticamente”.
La
plaza Tahrir se convierte en símbolo. Es
el lugar de las protestas que hicieron posible la caída de Mubarak que con el
apoyo de las Fuerzas Armadas gobernó Egipto por
años y al mismo tiempo fueron decisivos en su derrocamiento.
Hoy
las Fuerzas Armadas siguen siendo protagonistas. La famosa “primavera árabe” calificada como
la manifestación de las masas y movilización popular con el objetivo de
libertad produjo la elección de Mursi como presidente. Y las elecciones llegaron. Pero resulta que las elecciones no hacen un
sistema democrático. Solo son el
requisito del sistema. Las instituciones
que conforman y definen el sistema son “harina de otro costal”.
Sin
ninguna duda con los acontecimientos en
Egipto las interrogantes son el tema de los expertos cientistas sociales.
¿Es
posible combinar el conservadurismo religioso con la modernidad? ¿Es el Islam compatible con el sistema democrático?
¿Existe el Islam político moderno?
¿Apoyo
en Siria a los Hermanos contra los militares y apoyo a los militares en Egipto
contra los Hermanos?
La
soberanía de los países islámicos es Alá y la Constitución es el Corán. El
grito de los Hermanos Musulmanes lo explica
al decir: “el Corán es nuestra Constitución, el profeta nuestro líder y
la yihad es nuestro camino”.
De
acuerdo al diagnóstico del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, realizado por un grupo de pensadores
islámicos, la sociedad del Islam se
encuentra en un profundo y asentado impedimento de acceder al conocimiento en
sus aspectos sociales, institucionales, económicos y políticos y se caracteriza
por el autoritarismo, la falta de libertad, la inexistencia de libertad de
prensa y de la libre expresión del pensamiento.
A
ese diagnóstico habría que agregarle que se encuentra en un profundo y eterno
conflicto de la división originada desde la muerte del Profeta entre diferentes
grupos religiosos que aún en la actualidad permanece vigente. Sunitas y chiitas, y sus sectas derivadas de
los conflictos entre ambos, norman las luchas por el poder político y religioso
de las naciones islámicas.
¿Será
capaz el Islam de salir de ese profundo y asentado conflicto? ¿Será capaz el
mundo islámico de realizar su apertura a la modernidad ilustrada?
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