Cuando la nefasta transición tan mal negociada, pactada y tramada,
deja en manos de “hombres honorables” el Gobierno de la Nación, no se protegen que
no los hubiese. No hicieron como Jefferson, ni como Calvino, desconfiados de
que la bondad del ser humano sea generalizada. Aceptaron o dieron por hecho,
que los presidentes Autonómicos, los diputados, los partidos, todas las instituciones y demás organismos
políticos, jurídicos, administrativos y sociales, iban a intervenir por el bien
común, de la sociedad y el bienestar general. Ingenuos peligrosos. No nos protegieron contra las
sanguijuelas insaciables en que poco a poco, y viendo su impunidad y nuestro cómplice
silencio, se han convertido diríase que todos los políticos y cargos públicos e
institucionales de este país. Contaminándolo todo, arrastrándolo todo al lodo
de la corrupción, a la ciénaga de la prevaricación, del cohecho, del soborno,
de la mordida, de la comisión. Ninguna institución se libra, ni la más “Alta”,
o mejor dicho, esa es la peor de todas,
y la que más daño hace y sigue haciendo a nuestro extinto país. No hay catarsis
interna política, no hay movimientos totales de regeneración. Nadie quiere
aceptar la realidad que significaría muy probablemente su desaparición. Se
refugian en la no generalización, en que no todos son iguales, aunque no
denuncien y miren para otro lado cuando no acuden al reparto con ansia y sin
pudor. ¿Es que no hay ni un solo grupo, ni uno, de hombres justos, de hombres
de Estado, en genérica expresión? ¿No hay nadie que quiera tomar el liderazgo
sin ser un salvapatrias, simplemente diciendo lo que hay que decir, haciendo lo
que hay que hacer y “obligando” a toda esta caterva a que abandone los resortes
del poder que usan para su provecho más inicuo? Al parecer no lo hay. No
estoy de acuerdo con que Rajoy dimita, aun deseándolo con todo mi corazón; sería justo pero no razonable, ni
serviría para nada, si con el no se van la inmensa mayoría de los políticos de
todo partido o condición, diría que Todos
sin excepción por acción u omisión impregnados de la enfermedad de la manada,
de la casta sublime. La renovación como el cambio, tendrá que ser completo,
profundo, un Núremberg implacable contra todos los que han atentado contra
nuestras vidas y haciendas, y contra los que no nos defendieron, ni nos
apoyaron ni nos socorrieron. Prefiriendo salvarse ellos, engordar con nuestro
sacrificio, requisar nuestro sustento para vivir entre lujos y sedas. Son
insaciables. Ha quedado demostrado que todo lo publico está contaminado, no
funciona o funciona mal, es amiguismo, parentocracia, amistocracia, clan y
clientela. Se dijo de remunerarlos bien y darles privilegios inalcanzables para
el resto de la ciudadanía por que se
evitaría que necesitaran
corromperse. Antes al contrario, el efecto llamada de sus pingües canonjías, ha
hecho que como los tiburones al olor de la sangre, ellos al olor del dinero,
cada vez se vuelven más avariciosos y malvados. Sus brazos armados, son
tentáculos que como la hidra se multiplican al cortarlos. Se acabo la construcción,
pues ahora la energía solar, las ONG, las contratas sin tino aumentadas a la
estratosfera, siempre encuentran un cauce para el caudal que necesitan. Son
Insaciables, repito. Son sangoneretas de entre cañas y barro. No les importa el
sufrimiento ciudadano, son insensibles, déspotas, y egoístas altaneros.
Créanme de verdad que estoy preocupado, pues son mentirosos,
falsos y falsarios. Nos ocultan la realidad en la que nos han metido y quieren
que no pase nada a ver si nada pasa. Pero pasara. Aunque la pregunta es, ¿Cómo
nos desharemos de ellos sin violencia? Son Insaciables, insisto. A Reflexionar.
1 comentarios:
Se puede decir más alto, pero no más claro.
El problema es como deshacerse de toda esta tribu de parásitos y ineptos, lameculos y rastreros, (me abstendré de nombrar más calificativos, para no herir mi sensibilidad).
¡¡ Salud para el autor de este texto !!
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