Cuando en las jornadas de Turismo proponíamos
que se tratara a este como
industria de carácter preferente, y eximirla de todos y cada uno de los
impuestos que lo gravan, jamás nos hubiésemos imaginado que la “harca” política
se atreviera a llegar tan lejos en la falta de sensibilidad con la actividad
madre, única que funciona en este desgraciado país, y la única de la que aun
viven, resistiendo las agresiones de los
gobernantes, varios millones de personas. No
contentos con las desproporcionadas Tasas aéreas, con los impuestos al “valor
añadido” turístico, con los convenios, los recargos, cuotas y las cargas que
recaen sobre los agentes relacionados con explotaciones o negocios turísticos,
todos, están dispuestos a implantar tasas nuevas por pernoctación copiando todo
lo malo de otros países si tener en cuenta que esos otros no tienen los demás
que padecemos. Así pues, somos el país con el costo laboral y general turístico
más elevado del mundo en términos absolutos, ya que en términos relativos o en
proporción a lo que se puede cobrar por los servicios prestados que sea
asequible a nuestros visitantes, es desorbitadamente galáctico. Así pues, las
empresas turísticas que no puedan ser familiares, que vivirían con
sobreexplotación laboral propia, los hoteles y los apartamentos turísticos,
están abocados a malvivir y a no renovar planta ni instalaciones porque son
incapaces de generar beneficios ni reservas después de impuestos, costos, gastos,
tasas y cargas.
En todo el mundo, el objetivo turístico, pero sobre todo en nuestros
competidores más firmes, exime al turismo, y por ende a los inversores o
establecidos en torno a él, de la mayoría o la totalidad de los impuestos, por
muchos años. Las inversiones entonces fluyen y se contrata mas allá de las
estrictas necesidades laborales, haciendo atractivo al Inversor el
mantenimiento y la ampliación o mejora permanente de las instalaciones. Si los gobiernos se quedan con la
parte del león de los beneficios, anulando la capacidad de generar recursos, la
planta alojativa envejece, cae en número
y calidad, las renovaciones se retrasan o se economizan y los aledaños del
turismo, los colaterales, desaparecen y
al final sufre el empleo estable y la
contratación nueva. Así pues esta falta de sensibilidad de la ”harca” capaz de
destruir la actividad para mantener sus privilegios, hace que suframos un
empobrecimiento del destino y a su vez un agotamiento del mismo con respecto a
otros más dinámicos y adecuados a las más modernas instalaciones.
Volvemos al principio, las cadenas hoteleras apuestan por
otros receptores, desvían a ellos al
turismo de cierta calidad, dejándonos el turismo de “mochila” que solo hace que
degradar el entorno e infraestructuras, ya que lo que gasta no compensa en
absoluto lo que después de su paso tenemos que reponer a nuestra costa. Si se eximiera
de todos y cada uno de los impuestos que gravan y pretenden gravar al turismo,
se estima que al menos 2 millones de personas podrían ser absorbidas por la
Industria sin Chimeneas en poco tiempo, donde el cliente esta “ad portas” y no
hay que exportar ni enviar riqueza para obtener las divisas.
A reflexionar.
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