MILTON FRIEDMAN
L. Soriano
Dear Milton:
Tu sentida perdida difícilmente
queda amortiguada por tu inmenso legado.
Fíjate que sin estruendos ni
alharacas, te has ido en silencio, siendo como has sido uno de los grandes y
uno de los buenos. Te han usado poco los políticos si te comparamos con otros
que han esbozado teorías de bienestar que han divergido en teorías de odio, y
has dado y repartido riqueza en vez de
repartir pobreza. En tu balanza sólo hay números positivos, has enseñado a
pescar y que el mundo es independiente de nuestros deseos y que solo con
esfuerzo y tenacidad, trabajo y ahorro se consigue sobrellevar este valle de
pocas sonrisas y contigo de algunas menos lagrimas. Has intentado enseñar al
mundo, y sobre todo a los gobernantes del mundo que es imposible del todo
domeñar el instinto humano, el de premiar el esfuerzo y de castigar la molicie,
y que su intervención en los asuntos económicos solo debe de ser en el sentido
del guardián de la legalidad, la de construir instrumentos para que la obtención
de riqueza sea mas fácil y eficaz y el de redistribuirla con criterios justos,
no demagógicos y no alienantes ni desincentivantes.
Y que esa legalidad debe de ser
edificada como sinónimo de justicia estricta, que cada uno tenga lo suyo ganado
honradamente y que el que se desmande y se pruebe, lo pague con rigor, pero que
la legalidad no se construya a deseos del continuismo en el poder, ni que los
privilegios de unos sean en menoscabo de los derechos de los otros.
Que esa legalidad o marco no sea construido
para mejor recaudar e intervenir, sino para allanar-tu liberalismo, tramontano
un día, que cambió la concepción económica del mundo y nos lanzó, a Europa y
América, al firmamento del bienestar-para allanar digo, los escollos que
obstaculicen el intercambio, la creación de riqueza, de empleo y de
prosperidad. Smith ya te decia en tu juventud receptiva, que la mano invisible
haría el resto.
Cuanto te debemos, te debe el
mundo, y cuanto tienen aun que aprender los demagogos de la teoría del odio y del
reparto injusto. Del trasvase de la hormiga a la cigarra, a la fuerza, como
diciendo que es mejor ser cigarra y que otros trabajen, que ya se encargaran
ellos de distribuirlo. Los partidarios de los impuestos en los ingresos no en
el gasto, los de los directos y antes de la obtención del beneficio y no
después de obtenido, y los de la protección que corrompe y limita el
crecimiento, pero sobre todo, por encima de todo, limita el desarrollo.
Tu aversión por los monopolios,
oligopolios, monopsonios y demás desviaciones fue siempre combatida por los
beneficiarios de este corsé a que tenían sometida a la cíclica economía, y tú
derribaste barreras y conseguiste que casi casi, ya nunca más hubiera una,
otra, Gran Depresión que colapsara al mundo economico.
Pero lo más importante, desde mi
liliputiense punto de vista, es que proclamaste que la democracia era el primer
ingrediente de tu receta, el único imprescindible para todos los guisos, ni un
guiño a la dictadura o a la autocracia, sin grises, sin matices, ni por un
momento, ni por un periodo, no y nunca. No sale el pastel sin la libertad de
los ciudadanos para elegir a sus gobernantes y sin las premisas básicas, que a
veces ¡ay dolor! , olvidamos, como la división de poderes, el establecimiento
de quórum y con la más abierta lista posible que den a los ciudadanos capacidad
de sentirse de verdad representados.
Dear Milton. Good Farewell, organiza,
si puedes el mas allá, para que lo encontremos mejor, si cabe o fuese posible.
Salud
Dear Milton:
Tu sentida perdida difícilmente
queda amortiguada por tu inmenso legado.
Fíjate que sin estruendos ni
alharacas, te has ido en silencio, siendo como has sido uno de los grandes y
uno de los buenos. Te han usado poco los políticos si te comparamos con otros
que han esbozado teorías de bienestar que han divergido en teorías de odio, y
has dado y repartido riqueza en vez de
repartir pobreza. En tu balanza sólo hay números positivos, has enseñado a
pescar y que el mundo es independiente de nuestros deseos y que solo con
esfuerzo y tenacidad, trabajo y ahorro se consigue sobrellevar este valle de
pocas sonrisas y contigo de algunas menos lagrimas. Has intentado enseñar al
mundo, y sobre todo a los gobernantes del mundo que es imposible del todo
domeñar el instinto humano, el de premiar el esfuerzo y de castigar la molicie,
y que su intervención en los asuntos económicos solo debe de ser en el sentido
del guardián de la legalidad, la de construir instrumentos para que la obtención
de riqueza sea mas fácil y eficaz y el de redistribuirla con criterios justos,
no demagógicos y no alienantes ni desincentivantes.
Y que esa legalidad debe de ser
edificada como sinónimo de justicia estricta, que cada uno tenga lo suyo ganado
honradamente y que el que se desmande y se pruebe, lo pague con rigor, pero que
la legalidad no se construya a deseos del continuismo en el poder, ni que los
privilegios de unos sean en menoscabo de los derechos de los otros.
Que esa legalidad o marco no sea construido
para mejor recaudar e intervenir, sino para allanar-tu liberalismo, tramontano
un día, que cambió la concepción económica del mundo y nos lanzó, a Europa y
América, al firmamento del bienestar-para allanar digo, los escollos que
obstaculicen el intercambio, la creación de riqueza, de empleo y de
prosperidad. Smith ya te decia en tu juventud receptiva, que la mano invisible
haría el resto.
Cuanto te debemos, te debe el
mundo, y cuanto tienen aun que aprender los demagogos de la teoría del odio y del
reparto injusto. Del trasvase de la hormiga a la cigarra, a la fuerza, como
diciendo que es mejor ser cigarra y que otros trabajen, que ya se encargaran
ellos de distribuirlo. Los partidarios de los impuestos en los ingresos no en
el gasto, los de los directos y antes de la obtención del beneficio y no
después de obtenido, y los de la protección que corrompe y limita el
crecimiento, pero sobre todo, por encima de todo, limita el desarrollo.
Tu aversión por los monopolios,
oligopolios, monopsonios y demás desviaciones fue siempre combatida por los
beneficiarios de este corsé a que tenían sometida a la cíclica economía, y tú
derribaste barreras y conseguiste que casi casi, ya nunca más hubiera una,
otra, Gran Depresión que colapsara al mundo economico.
Pero lo más importante, desde mi
liliputiense punto de vista, es que proclamaste que la democracia era el primer
ingrediente de tu receta, el único imprescindible para todos los guisos, ni un
guiño a la dictadura o a la autocracia, sin grises, sin matices, ni por un
momento, ni por un periodo, no y nunca. No sale el pastel sin la libertad de
los ciudadanos para elegir a sus gobernantes y sin las premisas básicas, que a
veces ¡ay dolor! , olvidamos, como la división de poderes, el establecimiento
de quórum y con la más abierta lista posible que den a los ciudadanos capacidad
de sentirse de verdad representados.
Dear Milton. Good Farewell, organiza,
si puedes el mas allá, para que lo encontremos mejor, si cabe o fuese posible.
Salud
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