La sensación que siente el ciudadano cuando entra en un
edificio público con poder coercitivo o sancionador es de absoluto “acojono”.
Si, lo siento, sé que el vocabulario no es correcto pero la sensación de las
bolas en la garganta, difícilmente podría expresarse mejor y quiero que se me
entienda. Lo peor son los
Ayuntamientos, cuando uno va a pedir permisos, a consultar posibilidades, a
sacar licencias o a pedir información. Es asombroso, patético y peligroso.
Es la sensación de estar en territorio “comanche”, donde todos están a
confundirte, a revisarte, a ponerte impedimentos y a sancionarte nada mas te
descuides. Es como entrar en una noche oscura en un barrio del Bronx, da esa
sensación de peligro inminente.
Es cierto y verdad que el porcentaje de funcionarios
independientes y no involucrados ni en los aparatos de los partidos, ni en los
contubernios corporativos, es alto. Pero la casualidad ha sido seguramente la
aliada de los que sí son babosos con el poder y quieren “ordeñar” a los
ciudadanos. Son los que “informan y manejan”. No es nuestro el edificio, aunque
lo hayamos pagado, no son nuestros los despachos, aunque los hayamos financiado,
suele ser imposible aparcar ya que los “elegidos” ocupan las plazas posibles en
las cercanías y los Municipales hacen su agosto en los alrededores de los Ayuntamientos. Pero lo que si hemos hecho, al
parecer, es votarles para que tengan el derecho de usar todo eso, en la mayoría
de los casos para agredirnos.
La Ley de función pública, si mal no lo recuerdo, indica que
los funcionarios tienen, entre otros el deber y la obligación de ayudar al
ciudadano/ contribuyente a resolver y a facilitar el farragoso camino que la Administración
impone, ya que no es preceptivo que el ciudadano conozca todos los resquicios y
recovecos de todas las Administraciones. Además como regla general, la
obligación incluye el asesoramiento para la opción más favorable al ciudadano. Convendrán
conmigo, que salvando todas las excepciones que quieran, que las hay por
supuesto, no es esto lo que normalmente ocurre cuando uno visita con susto, a
una de esas “tenebrosas” dependencias, mayormente Municipales, repito, porque
las más cercanas siempre son las peores. Se respira indefensión, se presiente
desprecio y se recibe malas sensaciones, insisto, en la inmensa mayoría de las
actuaciones de los que deberían de estar a atendernos con la más exquisita de
la cordialidad y educación, paciencia y cordialidad. Las explicaciones son
cortas, rápidas y de “expectativa”,
cuando el que las recibe ni las entiende ni sabe que opción le es más
conveniente. Al final, el que pueda, tendrá que ir con su abogado o un notario
a visitar los Consistorios y el que no pueda, dejarles que cuezan sus pucheros
y hagan lo que quieran, que es lo que hacen desde hace mucho tiempo, y en la
más absoluta impunidad. Hay que devolver el poder a quien de verdad lo debe de
tener, y el sentido a lo que originó el sistema y el espíritu en el que se
inspiro el modelo. O sea, hay que cambiarlo absolutamente todo.
A reflexionar
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