El sentirse un mercado cautivo. El sentirse un banco de pruebas, un laboratorio experimental, como conejillos de indias. Como parte de la estadística, como población constante de un muestreo no aleatorio, y nada simple, como un punto de la nube de la más exacta regresión, aunque sea lineal, son estas y algunas otras sensaciones que sólo se dan al vivir, residir y trabajar en Canarias.
Hemos sido siempre el Atolón de pruebas fiscales nacional, hemos probado el SEAT, antes de salir a los mercados internacionales, hemos sido un gran "Duty Free", hemos tenido desgravación fiscal, hemos estado exentos de ciertos impuestos directos, sobre gasolinas, indirectos y hasta mediopensionistas.
Qué oportunidad perdieron nuestros políticos y gobernantes, ansiosos de esta Autono/mía/suya, para solicitar el "puente a Cádiz", el tráfico entre Islas "gratis total", las carreteras y puentes, imposibles físicamente, que se construyeran fiscalmente, para paliar la fragmentación y la lejanía.
Nuestra falta de infraestructuras optativas de acarreos, nuestro exceso de costos, fletes, ¿aduanas?, transportes, arrastres, las famosas "Confrontas, manipulaciones y entregas", los embudos portuarios y aeroportuarios. 30% neto de incremento sobre toda mercancía, con respecto a la Península. Y sin ser posible, ni siquiera estamos dotados del derecho último de todo ciudadano, de todo empresario, que, aunque no estemos de acuerdo, es más, aunque lo denostemos, siempre, en el último trecho del final, se tendría "derecho" a sumergirse fiscalmente. Pues bien, ese "derecho" a defraudar por supervivencia física y por alimentar a los hijos ni siquiera ése tampoco se nos está concedido.
Somos peces en una bañera, esperando que vengan a pescarnos. Y aún tenemos que soportar que hasta funcionarios de RENFE nos digan que es que pagamos pocos impuestos.
Seguramente, seremos quienes paguen la totalidad de nuestros "cortos" impuestos. Nuestra proporcionalidad en carga fiscal seguramente será diez veces más que la de cualquier ciudadano peninsular.
¿Son sensibles nuestros políticos en la observación cuidadosa de nuestras imposiciones fiscales, dada la devastación que provocan?
Que sean sinceros, que luchen por nuestra fiscalidad excepcional. Volvamos a nuestra excepcionalidad que tanto bien hicieron a nuestro comercio con respecto al turismo y al ciudadano, obligado a autotransportarse sin remedio en el interior y a solicitar transporte abusivo para recorrer unos pocos kilómetros en nuestro fragmentado territorio.
Exijámosla en su más rabiosa totalidad, no como concesión graciosa, como derecho natural, de supervivencia, justicia y equidad.
Lorenzo Soriano.
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