sotobrexit


LA VOZ DE CÁDIZ, ABC






ENRIQUE GARCÍA AGULLÓ

Gibralbrexit o Sotobrexit



Llegó el día en el que Picardo y sus vecinos se empezaron a dar cuenta de lo que les podía venir encima por mor del esperpéntico primer ministro de su graciosa majestad y de los que le siguieron

:08/02/2020



Por fin llegó el día, miren por dónde. Por fin llegó el día en el que Picardo y sus vecinos se empezaron a dar cuenta de lo que les podía venir encima por mor del esperpéntico primer ministro de su graciosa majestad y de todos los que siguieron, con británico fervor, la separación del continente europeo para volver a sus campamentos de invierno y esperar a ver cómo les podrían venir dadas las nuevas singladuras ya que, al fin y al postre, cuando se apuntaron a lo europeo, ni quisieron renunciar a conducir por el otro lado ni a dejar de lado la libra, icono de perdidos esplendores.

Y eso que durante toda esta aventura común se han dado ya situaciones tales como que el Reino Unido tiene un ministro principal de Gibraltar con apellido ítalo coincidente con otros más de los que tenemos en este sur de Europa que se llama provincia de Cádiz. O un alcalde de apellido oriental que rige los destinos de la capital de ese reino. Y hasta una cónyuge de príncipe de su real casa con ascendentes afroamericanos. Tenían lo que normalmente hemos ido gestionando los europeos de verdad y no han sabido ellos administrar del todo ni han sabido poner en valor en un espacio como el nuestro convertido en común domicilio de diversos orígenes étnicos y culturales porque, claro, quizás a ellos, lo que de verdad les sigue poniendo, son esas ñoñeces de la Cámara de los Lores y de la otra Cámara de los Comunes, que son las que, en su seno, dizque son sede de su soberanía.

También estos súbditos meridionales de la colonia que al sur tiene tan graciosa majestad, en remedo de sus principales que viven en la Gran Bretaña, han querido mantener su ‘sociedad A’, en este caso no por la sangre ni por el linaje sino por el dinero y con qué dinero, otra ‘sociedad B’ que, cada día, pasara de España a su ‘roca’ para trabajar en aquellas ocupaciones que, por lo que se ve, nos le vendría tan bien a tanto rastacuero ‘british’ acometer a diario.

De esta guisa, como a sus metropolitanos de la brumosa isla les encanta sentirse propietarios, familiares o herederos de propiedades y ‘cottages’, durante todos estos años en los que han venido dando coba a los demás europeos, éstos del Estrecho se han afanado en hacerse con propiedades exclusivas y excluyentes en zonas próximas al Peñón donde residir como Sotogrande, Guadiaro y alrededores porque, seguramente, ya les resultaba incómodo vivir en esas situaciones verticales de su rocoso recinto aunque, eso sí, sin gastar mucho por aquí, comprando todo cortito de impuestos en su ciudad y sin pagar en España poco más que agua, gas, luz o IBI.

¿Y quiénes quedan, pues, fuera de esta sociedad llanita de la libra? Los comunes trabajadores del Campo de Gibraltar en quienes la España europea debe por fin volcarse ya de una vez y ofrecerles alternativas reales creando, casi a la misma velocidad que los chinos hacen hospitales, adecuados yacimientos de empleo y oportunos cursos de formación.

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