LA VOZ DE CÁDIZ
o
OPINIÓN
ENRIQUE GARCÍA-AGULLÓ Y ORDUÑA - OPINIÓN
Y el campo tiene razón
Europa
les limita, la política exterior les ignora, las políticas comerciales los
orillan
22/02/2020
Claro
que tienen razón los ganaderos y los agricultores para estar más que enfadados
y casi desesperados, claro que tienen razón.
Durante estos días,
a lo largo y ancho de España, incluidos los territorios en disputa, están
llevando a cabo una serie de manifestaciones como último
recurso a fin de que se conozcan sus problemas, se aprecien por la sociedad
esos problemas y puedan encontrarse soluciones que palien el deterioro en el
que están cayendo nuestra agricultura y nuestra ganadería, sin olvidarnos de la
correspondiente industria agroalimentaria ni de todos los sectores que en esta
situación sean complementarios, como los veterinarios, la farmacia animal, los
abonos, los fertilizantes, los carburantes, las industrias que producen
maquinaria o utillaje y todo aquello
que
se genera en torno al sector agrario o pecuario, pongo por caso.
¿Y qué es lo que por
ellos está haciendo el Gobierno? Que cuando el Ministro de Agricultura fue a
Extremadura les pasó lo que les pasó. Que cuando la ministra de Trabajo les
citó, les desconvocó el vicepresidente Iglesias. Que cuando piden
entrevistarse con el ministro de Agricultura, les contesta el de Fomento y la
de Trabajo les dice, que, ¡hala, a la calle a manifestarse, que aprieten! Eso,
además de tener que escuchar de un máximo líder sindical que son algo más que
cavernícolas, socialmente hablando.
Y tienen razón
porque, en estos últimos años, les está viniendo encima una política
intervencionista desde la Unión Europea de aúpa y un abandono del
Gobierno, entiéndase, Agricultura, Industria, Comercio, Asuntos Exteriores,
etc., de los de manual. Europa les limita, la política exterior les ignora, las
políticas comerciales los orillan. ¿Qué les queda?
Ha
debido de ser tremendo el impacto en su ya desolado desánimo las últimas
noticias de la Unión Europea que, a lo largo de todos estos pasados años, ha
venido interviniéndoles sin freno alguno para que se eliminaran determinados
cultivos o distintas explotaciones ganaderas de tan diversas circunstancias y
obligándoles a «ser compensados» por los designios marcados en la burocracia
europea, a lo que se han tenido que ir acostumbrando debiendo así cambiar sus
propias iniciativas y someterse a ese reparto burocrático de subvenciones. Y,
ahora, otro hachazo más.
Y, ¿saben que les
digo? Que tienen razón, muchísima razón. Además, sin desmerecer la globalización
del mercado, es que se enfrentan a mucha competencia difícil de encajar.
Uno ve que cantidad de cosas vienen de fuera. Y que en algunas se dice de dónde
vienen y, en otras, no, porque en los cartelitos de las estanterías de los
comercios del ramo, nada se indica.
Pero es que si se
profundiza en la lectura de las etiquetas se descubrirá, por ejemplo, que los
pimientos del piquillo que más baratos se venden suelen ser de origen peruanos,
que las lentejas del «súper» son del Canadá, las habichuelas de
Argentina, los cacahuetes de China o de Estados Unidos, los pistachos de
Irán, los kiwis de Nueva Zelanda, las patatas de Francia, las naranjas de
Brasil o de Sudáfrica, las gambas de Turquía o los langostinos de Ecuador, y
eso sin olvidar frutas, legumbres y verduras del cercano Magreb. Bueno, lo
último que he visto en un súper con nombre francés es una crema de verduras
mediterráneas que dice en su etiquetado «puede contener ingredientes de la UE
y… ¡¡¡de fuera de la UE!!!».
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